FEDERICO GARCÍA LORCA
A continuación, voy a compartir con vosotros un discurso de
Federico García Lorca que dio hace más de 80 años en la inauguración de la
biblioteca de su pueblo Fuente Vaqueros (Granada). Me ha parecido realmente
interesante lo que dijo y lo aplicable que es a nuestra sociedad actual.
El discurso lo he sacado
de Vallecas Calle del Libro, que
intenta motivar a la lectura entre los habitantes del barrio. Llevan XIII
ediciones y ya están preparando la XIV. Está llevado a cabo por Vallecas Todo
Cultura y fueron premiados en 2004 con el Premio Nacional de Fomento a la Lectura.
“Cuando alguien va al teatro, a un concierto o a una fiesta
de cualquier índole que sea, si la fiesta es de su agrado, recuerda
inmediatamente y lamenta que las personas que él quiere no se encuentren allí. -Lo
que le gustaría esto a mi hermana, a mi padre-, piensa, y no goza ya del
espectáculo sino a través de una leve melancolía. Ésta es la melancolía que yo
siento, no por la gente de mi casa, que sería pequeño y ruin, sino por todas
las criaturas que por falta de medios y por desgracia suya no gozan del supremo
bien de la belleza que es vida y es bondad y es serenidad y es pasión.
Por eso no tengo nunca
un libro, porque regalo cuantos compro, que son infinitos, y por eso
estoy aquí honrado y contento de inaugurar esta biblioteca del pueblo, la
primera seguramente en toda la provincia de Granada.
No solo de pan vive el hombre. Yo, si tuviera hambre y
estuviera desvalido en la calle no pediría un pan; sino que pediría medio pan y
un libro. Y yo ataco desde aquí violentamente a los que solamente hablan de reivindicaciones
económicas sin nombrar jamás las reivindicaciones culturales que es lo que los
pueblos piden a gritos.
Bien está que todos los hombres coman, pero que todos los
hombres sepan. Que gocen todos los frutos del espíritu humano porque lo
contrario es convertirlos en máquinas al servicio de Estado, es convertirlos es
esclavos de una terrible organización social.
Yo tengo mucha más lástima de un hombre que quiere saber y
no puede, que de un hambriento. Porque un hambriento puede calmar su hambre fácilmente
con un pedazo de pan o con unas frutas, pero un hombre que tiene ansia de saber
y no tiene medios, sufre una terrible agonía porque son libros, libros, muchos
libros que necesita y ¿dónde están los libros?
¡Libros!¡Libros! Hace aquí una palabra mágica que equivale a
decir ¡amor, amor!, y que debían los pueblos pedir como piden pan o como
anhelan la lluvia para sus sementeras. Cuando el insigne escritor Fedor
Dostoyevsky, padre de la revolución rusa mucho más que Lenin, estaba prisionero
en la Siberia, alejado del mundo, entre cuatro paredes y cercado por desoladas llanuras
de nieve infinita; y pedía socorro en carta a su lejana familia, sólo decía:
-¡Enviadme libros, libros, muchos libros para que mi alma no muera!-. Tenía
frío y no pedía fuego, tenía terrible sed y no pedía agua: pedía libros, es
decir, horizontes, es decir, escaleras para subir la cumbre del espíritu y del
corazón. Porque la agonía física, biológica, natural, de un cuerpo por hambre,
sed o frío, dura poco, muy poco, pero la agonía del alma insatisfecha dura toda
la vida.
Ya ha dicho el gran Menéndez Pidal, uno de los sabios más
verdaderos de Europa, que el lema de la República debe ser: -Cultura, cultura
porque sólo a través de ella se pueden resolvr los problemas en que hoy se
debate el pueblo lleno de fe, pero falto de luz-.”
Te lo anoto.
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